-¡Viejo!- gritó mi mujer desde algún lugar de la casa.
-¡¡¡Viejoooooo!!! ¡Rápido! ¡Vení! ¡Hay un tipo en el baño!- volvió a gritar con voz desesperada.
Corrí lo más rápido que pude. Cuando llegué mi mujer estaba con la espalda contra la pared, junto a la puerta cerrada del baño. Su brazo derecho colgaba a un lado, la mano izquierda abierta en el pecho parecía tratar de contener su corazón, la respiración entrecortada y los ojos a punto de estallar.
-¿Qué pasó Marisol?
-A-a-a-a..den…tro….hay… un…ti-ti-ti…po… A-a-a-a…dentro… del… ba-ba-ba…ño. -dijo como pudo mi mujer.
-Tranquila, mi amor- le dije despacito, casi en secreto.
Me puse el dedo índice delante de mis labios indicándole que no hiciera ningún ruido.
-Tranquila- le dije aún más bajo – Respirá y contame- le susurré -¿Qué viste?
-Hay…un….un….tipo…en….el… ba-ba-ba…ño.
Nos alejamos en puntas de pies. Marisol volvió con una cuchilla y yo con un lampazo. Nos encontramos en la puerta del baño, Marisol miró mi lampazo con desencanto. Bajé el picaporte en cámara lenta y empujé con fuerza la puerta hacia adentro
– ¡Es Antía!- dijo Marisol -¡Es Antía haciendo pichí en nuestro baño!-
La crónica seleccionada se encuentra incluida en el segundo libro de Marciano Durán, «Marcianitis Crónica»