La noticia corrió como reguero de pólvora: La banana está en peligro de extinción.
Los informativos decían que un hongo llamado Fusarium las haría desparecer en poco tiempo.
Los presidentes de todos los países desmintieron la noticia: “Son rumores de operadores con intereses creados” dijeron.
La noticia corrió como reguero de pólvora: La banana está en peligro de extinción.
Los informativos decían que un hongo llamado Fusarium las haría desparecer en poco tiempo.
Los presidentes de todos los países desmintieron la noticia: “Son rumores de operadores con intereses creados” dijeron.
No obstante, al primer día hábil los ciudadanos del mundo salieron a consumir bananas compulsivamente. Comieron una atrás de otra, dieron a sus hijos puré de banana con manos temblorosas y emocionadas mientras les contaban historias cargadas de nostalgias y recuerdos: “llagará un tiempo –les decían- en que solo quedarán fotos de estas frutas y los niños irán a los museos para saber como eran”.
Los más pudientes compraron cientos de cachos de bananas y se los llevaron a sus casas. Después…ante la posibilidad de que se los robaran, las llevaron a cofres refrigerados en los bancos.
Especuladores internacionales echaron a rodar un rumor terrible: se tangerinizarán todos los depósitos de bananas.
La gente devoró cuanta banana consiguió.
Los rumores se confirmaron: la banana llegó a su fin.